La introducción de los endoscopios en la práctica clínica diaria ha mejorado extraordinariamente la exploración de las vías respiratorias superiores.
En 1968 Hirose y Sawashima desarrollaron el rinolaringoscopio flexible, un sistema de endoscopia constituido por dos haces flexibles en el interior de un cable en cuyos extremos se adaptan una lente y un ocular (visor); uno de los haces transmite la imagen al ocular y el otro, la luz procedente de una fuente de luz fría. En las consultas, habitualmente están adaptados a una cámara de vídeo y a un monitor. Están dotados de un sistema (palanca de angulación) que permite la curvatura del extremo distal para poder visualizar las distintas regiones anatómicas. Pueden tener diferentes longitudes y calibres. Los más utilizados en adultos tienen un diámetro de entre 4,2 y 3,2 mm.
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