Algunas organizaciones consideran los accidentes de tráfico, dada su magnitud, una auténtica epidemia de las sociedades actuales. En un 71-93% de los accidentes se identifican factores humanos como «accidentógenos». Dentro de las comorbilidades favorecedoras de la siniestralidad vial, se ha puesto mucho énfasis en los defectos de órganos de los sentidos y en las alteraciones cardiológicas o metabólicas, neurológicas y/o psiquiátricas. Se sabe que la incidencia de la patología inflamatoria crónica de la vía aérea va en aumento (rinitis y asma) y, en el caso de las alergias, la estacionalidad y la edad de afectación (jóvenes) determinan una infravaloración de su impacto en actividades que requieren la máxima atención, como la conducción de vehículos. Los escasos estudios que han tratado esta cuestión apuntan a una mayor incidencia de accidentes de tráfico en personas con patología rinítica y/o asmática.
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