Debido a las características crónicas del asma, el objetivo principal de su tratamiento es mantener un buen control, definido como la minimización de la expresión clínica de la enfermedad. Hay que tener en cuenta dos aspectos fundamentales en el control de esta patología: las manifestaciones presentes en el día a día del paciente (dominio «control actual») y sus consecuencias futuras (dominio «riesgo futuro»). Con el fin de poder cuantificar de forma objetiva el nivel de control que un determinado paciente posee en un momento evolutivo, se han desarrollado diversas herramientas que valoran los tres aspectos fundamentales de la enfermedad: la expresión clínica o sintomatología, la obstrucción variable y la reactividad bronquial, y, por último, la inflamación de las vías respiratorias. Actualmente no disponemos de criterios firmes que nos indiquen con claridad cuál es modo más adecuado para integrar estos dos componentes, el dominio control actual y el dominio riesgo, ni en la práctica clínica habitual ni en los ensayos clínicos. En principio, la perspectiva principal en la evaluación del control debe ser la del paciente, apoyada en datos objetivos de su función pulmonar, si bien en determinados fenotipos de asma parece ser necesario el uso de herramientas de apoyo, como los biomarcadores de actividad inflamatoria.
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