En artículos precedentes ya resalté la escasas aportaciones al conocimiento del asma de la medicina bizantina (que contó con personajes como Alexandro de Tralles, Pablo de Egina o Aecio de Amida; este último conocía el estoraque o Liquidambar orientale, jugo de una planta de la región del Mar Rojo con acción mucolítica), en comparación con las de médicos árabes como Avicena (980-1037), Averroes (1126-1198) y, sobre todo, el judío cordobés Maimónides (1135-1204).
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